Hay una incógnita que frecuentemente todos hemos tratado de despejar o resolver y que incluso el Salmista David durante un trayecto doloroso de su vida, perfectamente la formuló de esta manera:
“¿De dónde vendrá mi socorro?” (Salmo 121:1).
Es decir, en la vida de las personas hay situaciones puntuales, donde pacientemente aguardamos porque se resuelva ese duro problema que nos aturde.
Por recibir aquella oportuna respuesta que esperanzamos.
Por ver una pronta salida al oscuro laberinto que recorremos.
Por vislumbrar un resultado favorable a esa circunstancia, necesidad, estado o peligro que nos atribula…
Sin embargo; toda expectativa se va desvaneciendo cuando observamos a nuestro alrededor el lento transcurrir del tiempo sin que divisemos en el horizonte una luz de esperanza o el arribo de un milagro inmediato que trasforme de una vez por toda la quimera amarga de nuestra desconcertante realidad.
Es durante esa vivencia cuando por nuestra mente cruza la pertinente pregunta de cuándo, cómo y de donde podrá llegar nuestro ansiado socorro. Ya lo dice aquel refrán popular muy cierto: “La esperanza es lo último que se pierde”.
Todos tendemos a mantener despierta esa sensación anhelante por alcanzar a ver que ocurra aquello que tanto se espera. Así lo escribió el Apóstol Pablo: “…la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos” ROMANOS 8:24-25.
Aunque ese prolongado suspenso es por demás frustrante para cualquiera: “La esperanza que se demora es tormento del corazón..." (Proverbio 13:12); y en ocasiones muchos se rinden abrumados por la impaciencia: “Aun han desfallecido nuestros ojos esperando en vano nuestro socorro; En nuestra esperanza aguardamos a una nación que no puede salvar” (Lamentaciones 4:17).
AHORA BIEN, ES SORPRENDENTE DESCUBRIR CÓMO ESE PRESUROSO SOCORRO SIEMPRE APARECE EN EL INSTANTE MENOS PENSADO, DEL LUGAR NUNCA IMAGINADO Y DEL MODO JAMÁS ESPERADO.
Y precisamente quien formuló aquella interrogante, fue también el que le dio perfectamente su respuesta: DAVID. Él sabía a lo que se refería, por cuanto su vida estuvo caracterizada por esos funestos momentos. Lo vivió cada vez que Saúl lo trató de matar, debiendo huir al desierto a la cueva de Adulam; juntándose con él todos los afligidos, y todos los que se hallaban en amargura de espíritu, convirtiéndose en jefe de ellos (1 Samuel 22:1-2). He aquí algunas otras de sus vivencias:
SUTILEZA SALVADORA: Cuando los soldados de Gat, lo apresaron y lo llevaron ante el Rey Aquis para que este lo sentenciara a muerte, ante lo cual David tuvo que fingir que estaba loco, cambiando su manera de comportarse, escribiendo en las puertas, y dejando correr la saliva por su barba. “Saquen a ese demente de mi casa” dijo el Rey. DE ESA MANERA DAVID OBTUVO SOCORRO.
IMPRESIONANTE ESCENA: En el desierto de Maón, David y su gente fueron alcanzados por Saúl y su ejército. Y mientras Saúl iba por un lado del monte, David iba con sus hombres por el otro lado, y se daba prisa para escapar; pero Saúl y sus hombres ya lo habían encerrado para capturarlo. En ese preciso instante un mensajero de Saúl llegó con malas noticias. Los filisteos habían irrumpido en el país, viéndose obligado Saúl a devolverse y dejar de perseguir a David. DE ESA MANERA DAVID OBTUVO SOCORRO.
SORPRENDENTE RESCATE: Después de un día de fuerte faena, David y los 600 hombres que le acompañaban, llegaron a casa... y para sorpresa de todos, la ciudad estaba quemada, y todas sus familias habían sido llevadas cautivas. Alzaron pues su voz y lloraron hasta que les faltaron fuerzas y David se angustió más cuando escuchó al pueblo que hablaba de apedrearlo... porque todos estaban en amargura de alma. Sin embargo, él depuso el llanto y puesto en pie se fortaleció en Jehová. Buscó al sacerdote para consultar a Dios a través del Efod. En seguida obtuvo una respuesta de Dios y creyó en esa palabra. Emprendió el rumbo con determinación y confianza para encontrar a su gente en algún lugar desconocido. En el trayecto 200 hombres se cansaron, pero el continuó su búsqueda. Se encontraron en el camino a un egipcio moribundo; le dieron de comer y éste les indicó el lugar exacto donde se encontraban los enemigos con toda la gente prisioneras… Llegaron pues y los hallaron desparramados, comiendo, bebiendo y haciendo fiesta. Y los hirió David y no escapó ninguno, recuperando todo su botín y libertando toda su familia. DE ESA MANERA DAVID OBTUVO SOCORRO.
En conclusión, aquí está el despeje de la eterna incógnita “¿DE DÓNDE VENDRÁ MI SOCORRO?” “Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra. No dará tu pie al resbaladero, Ni se dormirá el que te guarda. He aquí, no se adormecerá ni dormirá El que guarda a Israel. Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha. Jehová te guardará de todo mal; El guardará tu alma. Jehová guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre”
Por: David. A. Flores S.
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